Metavida

SEXO, SONRISAS Y PÁJAROS —Nos conocimos hace algunos años, en un restaurante de Madrid. Era domingo. Mi mujer y yo estábamos comiendo solos, sin los niños, porque era nuestro aniversario. Quince años de matrimonio. Seguro que te parece retorcido que conociera a la que luego fue mi amante precisamente ese día. Estaba sentada justo enfrente de nosotros. Nuestra mesa estaba dispuesta de tal modo que yo podía mirarla a la cara y mi esposa le daba la espalda. Supongo que Neus ya había decidido que yo iba a ser el siguiente hombre en su vida. Neus es caprichosa. El caso es que me estuvo mirando durante toda la comida. Yo al principio fingí no darme cuenta, pero pronto empezó a subirme el rubor a las mejillas. Mi mujer, Marta, quiso saber qué me pasaba. Dijo que de pronto tenía mal aspecto. Yo debía estar echando humo por las orejas. Neus ya había pasado a la fase dos. Se pasaba la lengua por los labios y de cuando en cuando decía cosas obscenas que yo fingía no querer entender, sin preocuparse de que pudieran verla los demás comensales. Empecé a pasar calor y me eché sin querer una copa de agua encima. Traté de olvidarme de la desconocida cachonda y miré hacia otra parte, mientras Marta me secaba la camisa con una servilleta. Pero Neus seguía a lo suyo, la mirada fija en mí, moviendo una lengua que parecía prometer autenticas delicias… —Oiga. Cuando dije lo del primer polvo de su historia de amor, no le estaba pidiendo expresamente que me lo contara. —No iba a hacerlo. —Bueno, sólo quería que quedara claro. Y si abrevia un poco, mucho mejor. —Perdona. Es que teniendo en cuenta que después de la inyección seguramente ya no sabré hablar, y con lo que me gusta hacerlo, me he emocionado. Sonia se sintió culpable, y decidió cerrar la boquita. —La cuestión es que aquella desconocida de labios sensuales me estaba poniendo a tono, y yo estaba comiendo con mi esposa. Y llegó un momento en que pensé que Marta acabaría…